Los y las chicas de sextos y séptimos compartieron una jornada distinta para el día de las infancias. La misma comenzó con la proyección de una película, luego hubo un taller de ESI (Mafalda y el rol de las mujeres desde las perspectivas de sus personajes y la época en que la tira salió en Argentina); para finalizarla con una rica merienda compartida. Los y las invitamos a ver algunas fotos de esta jornada llena de risas, reflexiones y momentos de encuentro. ¡Feliz día de las infancias para nuestros y nuestras chicas!
jueves, 29 de agosto de 2024
Jornada taller: reivindicando las infancias
miércoles, 28 de agosto de 2024
miércoles, 14 de agosto de 2024
Ensayos del 9 de julio
Hola comunidad
No queríamos dejar de presentar el detrás de escena del acto del 9 julio.
Para cada acto se practica mucho, se prueba, se mejora, se construye entre todos y todas (si, entre los chicos y chicas con el equipo de docentes). Y todo eso se refleja siempre el día del acto. Agradecemos la buena onda y compromiso de los terceros y los quintos. También a todos los docentes y familias que lograron un acto innovador, dinámico y divertido.
viernes, 9 de agosto de 2024
El rey que no quería...
Entonces, cada grado inventaron su propia versión. De esta manera comenzamos a trabajar sobre los quehaceres del escritor.
Primero, elegimos que le iba a pasar a este rey. En el caso del A que no quería comer, y en el B que no se quería sacar la armadura. Escribimos que partes no deben faltar como puntéo y entre todos pensamos como contar esta historia. Luego, en dos instancias, revisamos que palabras se repetían para suplantarlas y la puntuación.
Les dejamos abajo el cuento original y los creados por los y las chicos y chicas.
¡QUÉ DISFRUTEN LAS LECTURAS!
El rey que no quería bañarse
Las esponjas suelen contar historias interesantes. El único problema es que las cuentan en voz muy baja, de modo que para oírlas hay que lavarse bien las orejas. Una esponja me contó una vez lo siguiente: En una época lejana, las guerras duraban mucho. Un rey se iba a la guerra y volvía treinta años después, cansado y sudado de tanto cabalgar, con la espada tinta en chinchulín enemigo. Algo así le sucedió al rey Vigildo. Se fue de guerra una mañana y volvió veinte años más tarde, protestando porque le dolía todo el cuerpo. Naturalmente, lo primero que hizo su esposa, la reina Inés, fue prepararle una bañadera con agua caliente. Pero cuando llegó el momento de sumergirse en la bañadera, el rey se negó. —No me baño —dijo—. ¡No me baño, no me baño y no me baño! La reina, los príncipes, la parentela real y la corte entera quedaron estupefactos. — ¿Qué pasa, majestad? —Preguntó el viejo chambelán—. ¿Acaso el agua está demasiado caliente? ¿El jabón, demasiado frío? ¿La bañadera es muy profunda? —No, no y no —contestó el rey—. Pero yo no me baño nada. Por muchos esfuerzos que hicieron para convencerlo, no hubo caso. Con todo respeto trataron de meterlo en la bañadera entre cuatro, pero tanto gritó y tanto escándalo hizo para zafar que al final lo soltaron. La reina Inés consiguió que se cambiara las medias – ¡Las medias que habían batallado con él veinte años!–, pero nada más. Su hermana, la duquesa Flora, le decía: — ¿Qué te pasa, Vigildo? ¿Temes oxidarte o despintarte o encogerte o arrugarte…? Así pasaron días interminables. Hasta que el rey se atrevió a confesar: — ¡Extraño las armas, los soldados, las fortalezas, las batallas! Después de tantos años de guerra, ¿qué voy a hacer yo sumergido como un besugo en una bañadera de agua tibia? Además de aburrirme, me sentiría ridículo. Y terminó diciendo en tono dramático: — ¿Qué soy yo, acaso? ¿Un rey guerrero o un poroto en remojo?
Pensándolo bien, Vigildo tenía razón. ¿Pero cómo solucionarlo?
Razonaron bastante, hasta que al viejo chambelán se le ocurrió una idea.
Mandó hacer un ejército de soldados del tamaño de un dedo pulgar, cada uno con su escudo,
su lanza, su caballo, y pintaron los uniformes del mismo color que el de los soldados del rey.
También construyeron una pequeña fortaleza con puente levadizo y cocodrilos del tamaño de
un carretel, para poner en el foso del castillo.
Fabricaron tambores y clarines en miniatura. Y barcos de guerra que navegaban empujados a
mano o a soplidos.
Todo eso lo metieron en la bañadera del rey, junto con algunos dragones de jabón.
Vigildo quedó fascinado. ¡Era justo lo que necesitaba!
Ligero como una foca, se zambulló en el agua. Alineó a sus soldados y ahí nomás inició un
zafarrancho de salpicaduras y combate.
Según su costumbre, daba órdenes y contraórdenes. Hacía sonar la corneta y gritaba:
— ¡Avanzad, mis valientes! Glub, glub. ¡No reculéis, cobardes! ¡Por el flanco izquierdo! ¡Por la
popa…!
Y cosas así.
La esponja me contó que después no había forma de sacarlo del agua.
También, que esa costumbre quedó para siempre.
Es por eso que todavía hoy, cuando los chicos se van a bañar, llevan sus soldados, sus perros,
sus osos, sus tambores, sus cascos, sus armas, sus caballos, sus patos y sus patas de rana.
Y si no hacen eso, cuéntenme lo aburrido que es bañarse.
El rey que no quería comer
Hace mucho tiempo un plato me contó que un rey llamado Vigildo volvió luego de
haber estado veinte años en la guerra. Cuando llegó al palacio la reina Inés,
su esposa, lo esperaba con la comida creyendo que estaría muy hambriento, pero
el rey se negó a comer. Entonces ella junto a los ayudantes del palacio
intentaron averiguar qué le pasaba haciéndole preguntas:-¿Está muy caliente?
¿Está demasiado fría? ¿Sabe extraño?- Además continuaron indagando si la carne estaba cruda, quemada o muy picante.
A lo que el rey respondió:-Ninguna de esas razones, lo que pasa es que me
aburre comer porque extraño la guerra.
Uno de los ayudantes pensó que quizás le gustaría un
banquete guerrero y la reina le pareció
una muy buena idea. Entonces armaron una mesa llena de comida.
El banquete guerrero tenia papas con forma de escudos, papas redondas como bombas, tortas con forma de castillo
rellenas de mermelada roja. También tenía soldados de carne rellenos con salsa
roja, un cañón de pan que disparaba aceitunas. Las bebidas las sirvieron en
vasos con dibujos de soldados y los platos tenían el dibujo del rey en la
guerra. Luego le dijeron mirá todo lo que te preparamos, tiene forma de todo lo
que viste mientras estabas en la guerra.
El rey cuando lo vio dijo:-Gracias por hacerme recordar los
momentos felices de la guerra- Inmediatamente comenzó a comer y cuentan que no
dejó de hacerlo hasta el último día de su vida.
El rey que no quería sacarse la armadura
Luego de una guerra el rey cansado de batallar llegó a su castillo. Su esposa, Ines, quería abrazarlo pero no pudo porque tenía la armadura. La reina le pidió a su esposo si podía sacarse el traje de batalla para darle un abrazo y él se negó, ella solo consiguió sacarle el casco. La hermana de Vigildo,Flora, fue a hablar con él y le preguntó si tenía miedo a oxidarse.
Pasaron días, semanas y meses y el dueño del castillo confiesa que no quería sacarse la armadura porque estaba acostumbrado a usarla. Un viejo de la corte se enteró de la cuestión del rey. Buscó una solución y le preparó una ropa de algodón pintada como si fuera su ropa de guerra, se lo entregó a Vigildo y por fin se sacó su vestimenta protectora.